Aprovechar la tendencia hacia la electrificación
Generar más electricidad es solo una parte de la solución. Una estrategia clave para 2025 podría ser centrarse en la electrificación de procesos que actualmente dependen de combustibles fósiles, así como en incrementar la electrificación de las redes de distribución eléctrica. Esto implica optar por vehículos eléctricos en lugar de motores de combustión interna, electrificar los procesos agrícolas en lugar de depender de sus equivalentes con alto consumo de gas y realizar una inversión significativa en la modernización de la red.
Existen dudas sobre cómo evolucionará la demanda de electricidad si se demuestra que los modelos de inteligencia artificial pueden entrenarse con un consumo de energía menor del previsto. Si bien una menor intensidad energética podría frenar el crecimiento de la demanda, también existe la posibilidad de que una mayor eficiencia impulse su aumento. Este fenómeno, conocido como la paradoja de Jevons, sugiere que una mayor eficiencia en la inteligencia artificial podría hacer que más empresas e industrias la adoptaran, lo que incrementaría la demanda total de IA y, en última instancia, de energía. Por supuesto, aún falta tiempo para que se materialice el impacto total de la IA en la demanda energética, pero es importante señalar que las tendencias en torno a la electrificación y la transición energética no han cambiado y siguen siendo sólidas.
Consideramos que las compañías de redes eléctricas que cotizan en bolsa podrían representar una buena oportunidad para aprovechar el potencial de la electrificación. En EE. UU., las compañías eléctricas reguladas pueden recuperar el coste de sus inversiones de capital junto con una rentabilidad nominal (básicamente un margen de beneficio) fijado por el regulador. Esta rentabilidad depende de la base tarifaria, es decir, el valor de los activos sobre los que la empresa obtiene sus beneficios. Si la compañía eléctrica invierte en la mejora de su infraestructura de red o amplía sus activos para satisfacer una mayor demanda, su base tarifaria aumenta, lo que le permite incrementar su rentabilidad.
¿Una reacción en cadena a favor de la energía nuclear?
La tendencia a largo plazo de un aumento en la demanda energética está estrechamente ligada a otro tema cada vez más relevante: la seguridad energética. En un entorno geopolítico complejo y volátil, surge la cuestión de si es prudente depender de un solo país —o, idealmente, de ninguno— para el suministro de energía. Por ello, la independencia energética se ha convertido en una prioridad clave para muchos países.
Este objetivo cobra aún más importancia ante la posibilidad de que crisis geopolíticas a corto y medio plazo afecten a las metas de descarbonización y electrificación a largo plazo. Antes de la guerra entre Rusia y Ucrania, Alemania dependía en gran medida del gas ruso. Tras el corte del suministro, el país se vio obligado en un primer momento a recurrir al carbón, lo que supuso un duro revés dado su compromiso de eliminarlo progresivamente antes de 2038. Sin embargo, desde entonces ha logrado mejorar su seguridad energética gracias a importantes inversiones en gas natural licuado (GNL) y energías renovables.
Entonces, ¿la solución pasa por invertir más en renovables? No cabe duda de que las energías renovables, especialmente la eólica y la solar, seguirán creciendo en las próximas décadas.
Sin embargo, este crecimiento, junto con su naturaleza intermitente, pone de manifiesto las debilidades de la infraestructura eléctrica y refuerza la necesidad de contar con fuentes de energía más fiables y flexibles, como la hidráulica, la nuclear, el gas natural y el almacenamiento en baterías. En esencia, a medida que aumenta el uso de renovables, se produce un exceso de oferta en las horas de mayor sol y viento, lo que reduce los precios en esos periodos. Por el contrario, cuando no se dan estas condiciones climáticas, el valor de la infraestructura de red existente, el almacenamiento y la generación flexible de energía se incrementa. Esta dinámica se mantendrá en el tiempo a medida que la energía eólica y solar siga expandiéndose.
Por esta razón, me interesan menos los promotores de renovables puras y más aquellas empresas con una cartera energética más amplia e integrada.
Dado el desafío de la intermitencia de las renovables, es necesario complementarlas con otras fuentes de energía, y aquí es donde entra en juego la energía nuclear. En un mundo con una oferta cada vez más volátil, la nuclear ofrece un suministro estable, limpio y fiable, lo que la convierte en una oportunidad de inversión atractiva. Aunque en el pasado muchas centrales nucleares cerraron por cuestiones de rentabilidad y seguridad, estamos viendo cómo algunas vuelven a operar impulsadas por un renovado interés en los contratos de energía nuclear.
La opción nuclear
Considero que la energía nuclear está bien posicionada para beneficiarse del aumento de la demanda de energía limpia. En 2025, creo que la nuclear mantendrá su importancia bajo la presidencia de Trump como una pieza clave en el panorama energético estadounidense y a nivel global. Este escenario podría favorecer a las empresas eléctricas con exposición a la energía nuclear, tanto en EE. UU. como en otros mercados.
Gas natural: la energía más limpia que podría contar con el respaldo de Trump
Si bien la energía nuclear podría ser parte de la solución a las complejas necesidades energéticas del mundo, existe otra alternativa que también podría cobrar protagonismo en 2025. El gas natural, aunque es un combustible fósil, emite aproximadamente la mitad de dióxido de carbono que el carbón y un 30% menos que el petróleo, además de generar muchos menos contaminantes por unidad de energía suministrada.
Bajo una presidencia de Trump, el gas natural podría recibir un impulso gracias a la flexibilización de los permisos y al levantamiento de la moratoria sobre las exportaciones de GNL. También podría beneficiarse de una posible derogación de la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), que perjudica el desarrollo de la energía solar y eólica.
¿Puede el bombeo generar beneficios?
En el sector de los servicios públicos, considero que las empresas de distribución de gas natural totalmente reguladas, en particular las pequeñas y medianas compañías estadounidenses, podrían obtener mejores resultados. El motivo es que no dependen de las energías renovables ni están expuestas al riesgo de una posible derogación de la IRA, además de beneficiarse indirectamente de una posible desaceleración en el desarrollo de las renovables. Fuera del sector regulado, algunas compañías norteamericanas de infraestructuras de transporte de gas podrían verse favorecidas por el aumento en los volúmenes de gas, impulsado tanto por una aceleración en las exportaciones como por una fuerte demanda interna. Estos activos podrían ganar valor a medida que el gas natural siga desempeñando un papel clave en la transición energética y persistan las dificultades para construir nuevas infraestructuras gasistas.
Conclusión
Es difícil que el mundo pierda interés por la digitalización, la inteligencia artificial o la electrificación, o que las sociedades demanden menos en lugar de más con el paso del tiempo. Las infraestructuras seguirán siendo esenciales y creo que las tendencias a largo plazo que las respaldan son imparables.
Ahora bien, estas tendencias pueden ganar o perder impulso. Considero que 2025 será un año en el que las tendencias que impactan directamente en las infraestructuras se aceleren, lo que podría dar a sectores como los servicios públicos, el transporte y almacenamiento de energía, y la energía nuclear, la oportunidad de situarse a la par de otros. Por otro lado, el proteccionismo podría aumentar la volatilidad de la inflación y generar un entorno estanflacionario (mayor inflación y menor crecimiento). En estos escenarios, la exposición a activos reales suele ser beneficiosa, por lo que la protección frente a la inflación que pueden ofrecer las infraestructuras se suma a los posibles catalizadores mencionados anteriormente.
Chart in Focus: ¿Podrá mantenerse este mercado alcista?
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