Valoración de los riesgos y oportunidades actuales
Aunque creo que, en su mayoría, los resultados empresariales no seguirán deparando sorpresas positivas —los amplios márgenes de intereses netos no podrán mantenerse en un entorno de tipos de interés bajos y presión para ajustar los precios—, la combinación de unos niveles de rentabilidad más altos y durante más tiempo y un escaso crecimiento del balance implica que el sector debería seguir generando unos elevados flujos de caja libres por acción, y ello apuntalaría la rentabilidad del accionista alrededor del rango 10-15% y la reanudación de las fusiones y adquisiciones en el sector. A medida que se frene el incremento de los resultados empresariales, se intensificará la presión por consolidar o «comprar» nuevos catalizadores del crecimiento. En particular, considero que Italia, España y la Europa Central y del Este podrían avanzar en sus procesos de consolidación nacional. También existe la posibilidad de que los bancos intenten adquirir compañías aseguradoras, dados los fuertes incentivos normativos existentes.
Además, la tecnología está reconfigurando por completo la forma en que los consumidores se relacionan con los bancos y sus productos. Por un lado, el alza de los tipos ha encarecido el coste del capital para las fintech, mientras que la rentabilidad de las entidades tradicionales ha reforzado considerablemente su capacidad para invertir en tecnología. Por otro, si bien es cierto que la «revolución industrial» liderada por la inteligencia artificial aumentará la eficiencia a largo plazo de los bancos, también lo hará la información de los clientes, conque reducirá la capacidad de los bancos para sacar partido de la pasividad de los clientes. De acuerdo con esta tendencia, que seguramente creará ganadores y perdedores, para generar alfa a largo plazo será vital identificar a los equipos directivos más capaces de adaptarse.
En lo referente a áreas de inquietud, me parece que el principal riesgo para el sector bancario europeo es la política, habida cuenta de los abultados déficits presupuestarios y el elevado volumen de deuda soberana en Europa. Este entorno agudiza el riesgo de gravamen del sector y el efecto sustitución o «crowding out» en los balances de los bancos —limitando la disponibilidad de financiación para inversiones privadas—, a medida que los gobiernos intentan tapar los agujeros presupuestarios y captar dinero de los inversores minoristas mediante ofertas de bonos del Estado. Asimismo, es de esperar que, en algunas ocasiones, la incertidumbre política lastre las valoraciones aun cuando los indicadores fundamentales sean sólidos, como ha sucedido recientemente en Francia.
Por último, en cuanto al contexto reglamentario, al que presto gran atención, los problemas del sector bancario suizo pueden tener como consecuencia una revisión más estricta de la normativa en ese mercado. FINMA, el regulador suizo de los mercados financieros, ha asumido nuevas competencias; sin embargo, pienso que tiene una delicada tarea entre manos: evitar que cualquier exigencia normativa adicional suponga una desventaja competitiva para los bancos internacionales suizos frente a sus homólogos del resto del mundo. Este riesgo se agravará si Trump alcanza la presidencia de los Estados Unidos, ya que la Administración republicana intentaría flexibilizar el marco normativo de la banca estadounidense.