Las características que definen los ciclos económicos están cambiando. Nuestra previsión es que, a diferencia de lo sucedido en los últimos veinte años de globalización, las brechas de producción nacionales serán mucho más determinantes en la inflación de una economía concreta. Los mercados y los bancos centrales tardarán en adaptarse a esta nueva normalidad, pero, al final, los ciclos serán más breves y más frecuentes, y vendrán acompañados de una inflación más volátil y, en promedio, más elevada.
- El crecimiento económico se está desacelerando en todo el mundo. Y prevemos que esta tendencia continúe en 2024. La probabilidad de que la economía de la mayoría de los países se contraiga al menos un trimestre y de que algunos incluso entren en recesión técnica —dos trimestres consecutivos de descenso del PIB— es bastante alta. Sin embargo, estas correcciones deberían ser leves, sobre todo porque, en su conjunto, los hogares están respaldados por el alza de los ingresos reales.
- Los bancos centrales están ansiosos por señalar que los tipos de interés ya han tocado techo. Seguramente, en cuanto se ralentice el crecimiento, aumente levemente el desempleo y baje la inflación, considerarán la posibilidad de rebajar los tipos. Bajo nuestro punto de vista, esto sería un error, pues no parece probable que la desaceleración económica vaya a generar la atonía necesaria para que se cumplan los objetivos de inflación de forma sostenida.
- La política fiscal y los ciclos electorales condicionarán cada vez más las perspectivas. La larga lista de compromisos económicos, que van desde los gastos militares hasta los de transición climática, provocará déficits en los presupuestos públicos, sobre todo en Europa. A medida se aproximen las elecciones, es probable que se relaje aún más la política fiscal, incluso aunque, como parece, la inflación siga por encima de su objetivo; en este sentido, el Reino Unido y Estados Unidos serán los ejemplos más notables en 2024.
Ante una política monetaria en constante cambio y unos gobiernos que no dejan de aumentar sus compromisos de gasto, de cara a los próximos años esperamos que se intensifique la tendencia creciente de las primas de riesgo de la mano de un significativo desplazamiento al alza de la oferta neta de deuda pública, que avanza vertiginosamente a niveles inéditos en tres décadas.
Los gobiernos están consolidando sus déficits poco a poco mientras los bancos centrales, que en los últimos diez años habían actuado como compradores de última instancia, han pasado a ser vendedores netos. A su vez, los excedentes internacionales de ahorro se han desplazado hacia los mercados emergentes, que parecen menos dispuestos a reinvertir su dinero en deuda pública de mercados desarrollados.
- Es probable que la consiguiente mayor presión estructural sobre las primas a plazo limite el potencial de subida de los tipos a largo en caso de recesión. Por el contrario, podrían seguir cayendo ante los primeros indicios de reaceleración de la inflación en 2024.
- El proceso de desglobalización implica que «pensar localmente» puede ser más rentable. A lo largo de 2024 podrían desarrollarse muchos temas a escala nacional y regional. Los ciclos y las políticas de muchas economías pequeñas y abiertas —desde los países escandinavos hasta Nueva Zelanda— podrían divergir mucho de los de Estados Unidos, la zona euro y otras grandes economías, cuyo sector privado suele contar con balances más saneados. Algunos de los países que han basado su crecimiento en las exportaciones, en particular Alemania y China, podrían correr un riesgo de deflación si no hacen una transición hacia un nuevo modelo económico impulsado por sus mercados internos. Y Japón, un foco de deflación y ahorro para el mundo durante mucho tiempo, podría elevar los tipos, renunciar a controlar la curva de rendimientos y continuar su tendencia reflacionaria.