Consecuencias para la asignación de activos
Desde la óptica de la asignación de activos, el aumento de la volatilidad y la dispersión entre regiones tiene múltiples consecuencias y, contra todo pronóstico, no todas son negativas. La volatilidad genera mayores riesgos, pero también oportunidades, de modo que los responsables de la asignación de activos deberán considerar con cuidado cómo adaptar su estrategia de cartera.
En el lado positivo, un régimen divergente ofrece:
- Un conjunto de oportunidades más amplio, en todas las fases del ciclo, conforme las economías avancen a diferentes ritmos y los países ejerzan un mayor control sobre el impacto de sus políticas fiscales y monetarias. Desde un punto de vista sistémico, esta evolución reduce la probabilidad de que la economía mundial esté a un «accidente estadounidense» de una recesión o crisis global.
- Mayor capacidad de resistencia de las carteras. Aunque la volatilidad sea más elevada, la mayor dispersión entre regiones y la creciente dependencia de los estímulos internos ofrecen a los responsables de la asignación de activos la posibilidad de mejorar la capacidad de resistencia de las carteras y reducir el riesgo global gracias al probable efecto beneficioso de la descorrelación.
En la otra cara de la moneda, una menor correlación conlleva una serie de consecuencias:
- Aumento de la volatilidad. Los ciclos más intensos y divergentes provocarán una mayor volatilidad e imprevisibilidad en los precios de los activos.
- Disminución de la productividad. La desglobalización mermará las ganancias de productividad resultantes de la reducción de las barreras comerciales y de la eficiencia en la cadena de suministro global, lo que puede traducirse en un menor crecimiento económico, una mayor inflación y, finalmente, una menor rentabilidad de los activos.
- Sostenibilidad de la deuda. Las cuantiosas ayudas concedidas por los Gobiernos a sus ciudadanos en los últimos años plantean interrogantes sobre la sostenibilidad de la deuda, máxime cuando la senda de la consolidación fiscal es más difícil de prever dada la tendencia a la polarización y el populismo de la política actual. Junto con la reducción de los flujos comerciales globales, estos mayores déficits fiscales son susceptibles de favorecer una inflación más elevada y persistente, pero también un aumento de las primas por plazo, ya que los inversores exigirán una mayor compensación por el riesgo asumido, lo que, a su vez, podría ejercer presión sobre las valoraciones de una amplia gama de activos, tanto en los mercados públicos como en los privados.
Creemos que para salir triunfante en este nuevo régimen, los inversores deben adoptar un enfoque muy deliberado y sistemático en el diseño de sus carteras, además de tener en cuenta los riesgos y oportunidades mencionados. En esta estrategia se incluirán las siguientes consideraciones:
- Exposiciones a factores y beta de forma sistemática;
- Aplicación óptima de enfoques activos fundamentados en el análisis, tanto en lo que respecta a los valores como a las temáticas;
- Mayor diversificación geográfica entre mercados desarrollados y emergentes, sin descuidar los riesgos específicos de los países emergentes;
- Cobertura de divisas, ya que la mayor volatilidad de las divisas refuerza la necesidad de cubrir el riesgo de divisas en las carteras; y
- Aumento de las inversiones alternativas para conseguir una mayor diversificación y proteger las carteras de la volatilidad mediante la obtención de rendimientos potencialmente descorrelacionados.
Conclusiones
De acuerdo con nuestro análisis, estamos volviendo a un mundo de divergencias macroeconómicas. Los inversores han de estar preparados para tal eventualidad y tener en cuenta las consideraciones anteriores a la hora de realizar cualquier ajuste en su asignación de activos.