Mantenemos una posición moderadamente infraponderada en Europa, donde el crecimiento de los beneficios empresariales sigue siendo limitado y las revisiones de resultados son más negativas. La debilidad de la economía alemana y la incertidumbre política en Francia han empañado aún más las perspectivas económicas. Aunque la renta variable europea está claramente barata en relación con los beneficios empresariales, tanto en términos absolutos como ajustados por sectores, carece de un catalizador que le permita superar a otras regiones, especialmente si se aplican los aranceles estadounidenses. Estaremos atentos a un cambio de tendencia dadas las bajas valoraciones.
Hemos cambiado nuestra posición sobreponderada a largo plazo en Japón por una posición neutral. En nuestra opinión, el mercado deberá superar varios obstáculos en los próximos trimestres. Creemos que Japón, al igual que Europa, desconoce en gran medida si las posibles fricciones comerciales afectarán a la capacidad de las empresas para aprovechar las mejoras en la demanda global. Las expectativas en torno a los beneficios empresariales parecen estar disminuyendo y las revisiones son desfavorables. Japón también afronta cierta inseguridad en la política interna fruto de la coalición inestable surgida tras las elecciones del pasado otoño. La volatilidad del tipo de cambio también podría provocar una compresión del PER y aumentar la incertidumbre en torno a los márgenes de los exportadores. Sin embargo, nuestras perspectivas en términos estructurales para Japón son favorables, gracias a las mejoras en la gobernanza empresarial, las recompras de acciones y el crecimiento de la demanda interna.
Hemos cambiado nuestra posición en China de ligeramente infraponderada a neutral. Aunque los recientes estímulos fiscales no han resuelto del todo el problema de la confianza en el sector privado, creemos que establecen un nivel mínimo para la caída de la renta variable. Es probable que los responsables políticos hayan reservado munición para posibles intervenciones fiscales si las tensiones se agravan. En cuanto a los fundamentales de las empresas, vemos margen para un optimismo moderado, ya que aumentan las recompras y mejoran ligeramente las expectativas de beneficios a corto plazo. Sin embargo, mantenemos un posicionamiento neutral, ya que creemos que el incremento de las valoraciones seguirá condicionado por un entorno incierto y desfavorable para el crecimiento de los beneficios a largo plazo, así como por la falta de claridad sobre cómo responderá la política monetaria a los graves retos que plantea el crecimiento.
En cuanto a los sectores, nos decantamos por los servicios financieros y las utilites debido por las valoraciones favorables y las señales macroeconómicas, en detrimento de los sectores de bienes de consumo básico y telecomunicaciones. Las utilities se encuentran en una buena posición para aprovechar tanto el fuerte crecimiento esperado de la demanda de electricidad como el consiguiente poder de fijación de precios. Creemos que el sector de los servicios financieros podría verse favorecido por una curva de tipos más pronunciada, así como por la recuperación del crédito privado y la desregulación. Las compañías de baja capitalización de EE. UU. podrían beneficiarse, en términos relativos, del impulso desregulador y del repunte en las fusiones y adquisiciones. También podrían sacar mayor provecho de las bajas valoraciones iniciales frente a muchas compañías de gran capitalización y están menos expuestas a un aumento de los aranceles y a las tensiones en la cadena de suministro.
Bonos del Estado: a la espera de que surjan divergencias
Aunque la mayoría de los bancos centrales están relajando su política monetaria, la victoria electoral de Trump introduce nuevos riesgos en las perspectivas, lo que podría provocar una mayor divergencia entre los mercados de deuda de los distintos países. Nuestra visión de mayor convicción es que la combinación de factores fundamentales y políticos ampliará la brecha entre los rendimientos de EE. UU. y Europa.
Desde el punto de vista de los fundamentales, la diferencia entre el crecimiento estadounidense y el europeo es muy notable (gráfico 3). Estados Unidos no solo ha superado las expectativas, con una previsión de crecimiento del PIB del 2,7% para 2024, sino que también se beneficiará de la agenda favorable al crecimiento de la administración Trump. Europa, por otro lado, se enfrenta a la debilidad de Alemania, a la incertidumbre política en ese país y en Francia, y a la amenaza de una crisis de crecimiento derivada de los aranceles impuestos por EE. UU. De hecho, creemos que el mercado descontará más recortes de tipos por parte del Banco Central Europeo. Según nuestros escenarios de exceso de rentabilidad ponderados por la probabilidad, los bonos europeos experimentarán las mayores subidas y, los bonos estadounidenses, las mayores caídas.
En el ámbito político, consideramos que la inflación es el principal riesgo en EE. UU., dado que Trump prometió en su campaña electoral ampliar los recortes fiscales, imponer aranceles elevados y deportar inmigrantes. La volatilidad de los tipos de interés, medida por el índice MOVE, ha sido mucho mayor que la volatilidad de la renta variable, medida por el VIX. El mercado ha rebajado sus previsiones de recortes de tipos de 200 pb en septiembre a cerca de 90 pb en la actualidad, y los rendimientos a 10 años han subido 60 pb, impulsados principalmente por los rendimientos reales. Como es lógico, la reacción del mercado de deuda ante un aumento de la inflación dependerá de si se debe a un crecimiento sólido (desregulación), a una perturbación de la oferta (menos trabajadores o disminución del comercio) o a un despilfarro fiscal (como la eliminación de los impuestos de la Seguridad Social). El riesgo es que la prima por plazo se dispare en respuesta a una inflación «mala». Ahora bien, es posible que las políticas que finalmente se implementen sean más moderadas que la retórica de la campaña. Esperamos que la interacción entre el aumento de los rendimientos en EE. UU. y la economía limite su subida. Al mismo tiempo, los gestores pueden aprovechar la elevada volatilidad y optar por un posicionamiento táctico en un rango de entre el 3,75% y el 5,25% para el bono estadounidense a 10 años.
En términos generales, la combinación de ganadores y perdedores en una era de desglobalización nos lleva a mantener una posición neutral respecto a la duración global.