Un improbable aterrizaje suave
Aunque no descartamos rotundamente un aterrizaje suave, anticipamos una recesión desinflacionaria a finales de año, dados los signos de debilidad subyacentes en el mercado laboral. En un tercer escenario, la economía china repuntaría con fuerza y el dólar estadounidense —que podría estar en un decisivo punto de inflexión desde sus máximos de más de treinta años— se depreciaría, intensificando con ello la inflación. Así pues, en 2023 el abanico de resultados sigue siendo muy amplio. En todo caso, bajo nuestro punto de vista, esta inflación estructuralmente elevada constituye una amenaza mayor de lo que los inversores están acostumbrados y, por tanto, es probable que el comportamiento del mercado no se parezca en nada al de los últimos 10 años.
Históricamente, los períodos de mayor inflación han entrañado una mayor volatilidad del contexto macroeconómico, si bien esta relación se ha agravado por las tensiones geopolíticas actuales. De cara al futuro, estamos convencidos de que, cuando el crecimiento sea sólido, la presión sobre la inflación se manifestará debido a los siguientes motivos:
- La era del aumento de la oferta de bienes y de mano de obra ha finalizado. La población en edad de trabajar está disminuyendo, por lo que el desequilibrio entre oferta y demanda de trabajo es desfavorable. Además, el proceso de desglobalización en marcha refuerza esta dinámica.
- La política sigue siendo inflacionaria. Pese a que los Gobiernos lo están intentando, recortar los estímulos relacionados con la pandemia es complicado. De hecho, en Europa volvieron a ponerse en marcha medidas de estímulo en 2022 para sostener el consumo de energía ante unos precios extremadamente altos, con la consiguiente elevación del riesgo de escasez. Esperamos que las autoridades fiscales sigan actuando con contundencia para proteger a los consumidores de eventuales recesiones, pero también consideramos limitada la capacidad de los bancos centrales para hacer frente a la inflación ante la gran carga de deuda pública y la dependencia durante décadas de elevar los precios de los activos para generar crecimiento, lo que complica mucho el mantenimiento de los rendimientos reales en niveles altos.
- La oferta en los sectores de materias primas de ciclo largo sigue atravesando dificultades. Esto se debe a varios motivos, como la preocupación por los criterios ASG y el gasto que requieren; la incertidumbre a largo plazo; la regulación; los malos recuerdos del exceso de oferta; y la modificación de los incentivos a los administradores. Sorprendentemente, en 2022 hubo un aumento mínimo de las inversiones reales pese a los altos precios, pero se trata de un problema de varios años. De cara al futuro, en cualquier escenario de crecimiento moderado habrá importantes desajustes entre la oferta y la demanda, y aún no ha surgido ninguna solución estructural.