Los consumidores celebran la desinflación, pero están pendientes del empleo y la deuda estudiantil
El poder adquisitivo y la confianza de los consumidores han aumentado desde que la inflación tocara techo en 2022, pero esta evolución ha sido lenta y desigual porque los precios se han mantenido relativamente altos en productos de primera necesidad como los alimentos y la vivienda. Esperamos que el proceso de desinflación se intensifique de la mano de la normalización de los elevados precios de los alimentos y la energía a mediados de 2023.
Un factor clave en la trayectoria de la inflación ha sido la rotación hacia los servicios en detrimento del consumo de bienes durante el año pasado. La «economía de servicios», en concreto los viajes, el ocio y la hostelería, se vio impulsada por el consumo a lo largo de 2022, a medida que se relajaban las restricciones por la pandemia. Al mismo tiempo, los consumidores redujeron el gasto en bienes tras el aumento de la demanda que tuvo lugar durante la pandemia, lo que provocó un repunte de las existencias. Desde entonces, la «economía de bienes» ha avanzado enormemente en la eliminación de los excedentes de inventario y, aunque en algunos segmentos aún se están produciendo ajustes, este proceso parece haber tocado a su fin. En términos de efectos en la inflación, la contribución de los precios de los bienes básicos al IPC es prácticamente nula, registrándose descensos en varias categorías. Y, de cara al final de año, la desinflación dependerá en mayor medida de que los precios de los servicios aumenten a un menor ritmo que en el pasado más reciente.
Ante las tensiones en el sector bancario, los consumidores también parecen estar reconsiderando un posible aumento del desempleo; una mayor cautela que se ha reflejado en un incremento de la tasa de ahorro, a pesar del fuerte crecimiento de los ingresos corrientes. Mi previsión es que, en el segundo semestre de 2023, empeoren los datos de empleo a medida que las empresas reduzcan el exceso de plantilla y se haga sentir el efecto acumulado de la política restrictiva de la Fed. Dicho esto, una característica de la presente expansión económica es la contracción de la oferta de mano de obra conforme los nacidos entre 1945 y 1965 («baby boomers») se van jubilando. Esto podría redundar en un mayor interés por retener a los empleados de lo que apuntan las tendencias históricas.
Como consecuencia del reciente acuerdo sobre el techo de deuda, en el segundo semestre asistiremos también a la reanudación de los pagos para saldar las deudas de estudios tras la moratoria de más de dos años a causa de la pandemia. Si bien estos contratiempos afectarán a los consumidores, cabe recordar que, en promedio, la posición financiera de los hogares es muy sólida y menos sensible a los tipos de interés que en el pasado por la mayor proporción de hipotecas a tipo fijo entre los consumidores.