Maximizar los beneficios del diálogo activo
Como gestores activos, creo que el diálogo activo nos brinda una valiosa oportunidad para complementar nuestro conocimiento sobre las empresas en las que invertimos y aumentar nuestra influencia en su éxito a largo plazo. Nuestras prácticas de diálogo activo se centran en varios aspectos: obtener información diferenciada; evaluar los riesgos y las oportunidades a los que se enfrenta la empresa e influir en ellos; fomentar la mejora de la transparencia; e impulsar cambios en el comportamiento que puedan afectar, en nuestra opinión, a la rentabilidad y la resiliencia de la empresa en el futuro.
Para maximizar el impacto del diálogo activo y generar valor en las empresas, considero fundamental poder actuar como un socio fiable e informado ante los consejos de administración y los equipos directivos, aportando una amplia gama de perspectivas e ideas. En este sentido, sacamos un enorme partido de la cultura colaborativa de Wellington y del intercambio de ideas entre nuestros equipos especializados en inversión, análisis, administración responsable, delegación de voto y criterios ASG.
En mi opinión, para que el diálogo activo fructifique también debe adoptarse un enfoque que esté verdaderamente orientado al largo plazo. Las empresas son organizaciones complejas, de modo que necesitan tiempo para introducir cambios duraderos. Al seguir una estrategia de inversión a largo plazo —procuramos mantener las posiciones más de diez años—, tenemos mayor capacidad para dar a conocer cuestiones que nos importan como fiduciarios de los activos de nuestros clientes y para impulsar el cambio.
Con todo, es conveniente que este «paciente» método vaya acompañado de una rendición de cuentas transparente. Por ello, en nuestras carteras nos proponemos utilizar de forma activa los derechos de voto que tenemos como representantes de nuestros clientes para transmitir nuestros puntos de vista al consejo de administración y exigirles responsabilidades sobre asuntos relevantes. Si el proceso de escalada mediante acciones de diálogo privadas no da frutos, los inversores podrían recurrir a herramientas de carácter público, como manifestar en la prensa su preocupación sobre un tema en que estén implicados o realizar una campaña de envío de cartas a otros accionistas. Somos de la opinión de que establecer una colaboración constructiva y sincera con las empresas participadas genera resultados óptimos a largo plazo, y por eso valoramos detenidamente y de forma individual cualquier posible decisión sobre una intervención pública. En ocasiones, creo que también es importante reconocer los límites del diálogo activo, pues el hecho de ser gestores activos nos permite desinvertir cuando juzgamos que, en definitiva, nuestra implicación no ha sido satisfactoria.