Como vuelve a poner de manifiesto el conflicto devastador y la catástrofe humanitaria que asolan Oriente Próximo, vivimos en el entorno geopolítico más complejo, peligroso e impredecible de las últimas décadas. ¿Qué deben saber los inversores cuando se enfrenten a este escenario?
Lo más probable es que los desafíos de corte geopolítico persistan a lo largo de 2024 y, de hecho, continúen en los próximos años, conforme la guerra entre Ucrania y Rusia, las tensiones entre las grandes potencias de EE. UU. y China, el creciente estrés climático y otras cuestiones de seguridad nacional aumenten su repercusión en la inversión global, las políticas y el entorno macro.
Por otra parte, el elevado riesgo geopolítico existente en todo el mundo también abre nuevos e importantes interrogantes sobre el ritmo y el rumbo de la desglobalización.
Tras mis conversaciones con responsables políticos de diferentes partes del mundo, resulta evidente que estos acontecimientos geopolíticos están fracturando el orden mundial y, lo que es más importante, reforzando el énfasis en torno a la seguridad nacional, en ocasiones a expensas de la eficiencia económica.
Por tanto, creo que la «divergencia geográfica» (o «derisking» en la jerga actual) será una temática de inversión clave en 2024, en particular en aquellos sectores críticos para la creciente rivalidad entre las grandes potencias, Estados Unidos y China.
Por supuesto, esto no significa que «la globalización haya muerto».
Pero sí que los responsables políticos de Washington, Pekín y el resto del mundo tratarán de proteger y potenciar un número cada vez mayor de sectores estratégicos fundamentales para consolidar el poder económico y militar en los próximos años y décadas.
Entre estas aplicaciones de «doble uso» civil-militar se incluyen los semiconductores, las comunicaciones de última generación, los minerales esenciales y diversos insumos energéticos renovables, la biotecnología, las tecnologías relacionadas con el espacio, la robótica y la automatización, así como la inteligencia artificial y la computación cuántica.
A este respecto, la ley de ciencia y CHIPS estadounidense, cuyo objetivo es fomentar la fabricación de semiconductores en el país, resulta especialmente ilustrativa, al igual que los estrictos controles a la exportación y las restricciones previstas a la inversión exterior en semiconductores avanzados.
Y es que estas iniciativas políticas pueden interpretarse como un posible «patrón» de cómo las actuales y futuras Administraciones y el Congreso de EE. UU. abordarán la lucha de poder entre grandes potencias en sectores estratégicos, para lo que colaborarán, cuando sea posible, con sus aliados internacionales con el fin de aumentar el impacto económico y geopolítico de las medidas.
Esta incipiente política industrial dista mucho de los tiempos de la globalización, cuando los responsables políticos se mostraban reacios a intervenir y permitían que los mercados y las empresas asignaran el capital con mayor libertad.
Pero habida cuenta de la importancia de la rivalidad entre grandes potencias para la seguridad nacional —y de las innumerables disrupciones en la cadena de suministro que puso de manifiesto la pandemia de la COVID-19—, sostengo que los responsables políticos mundiales seguirán esforzándose en reducir la dependencia de estos sectores críticos en 2024 y, sin duda alguna, en años venideros.
Riesgos geopolíticos que conviene vigilar en 2024
Como consecuencia del énfasis en la seguridad nacional, en 2024 el entorno político mundial y los mercados se verán afectados por una serie de riesgos geopolíticos, entre los que se incluyen:
- La posibilidad de una escalada del conflicto entre Israel y Gaza, en especial las graves consecuencias para la energía, la inflación y la política monetaria que podría desatar un enfrentamiento regional más amplio.
- Las tensiones estructurales existentes en la relación entre EE. UU. y China, sobre todo en lo que respecta a los resultados de las elecciones presidenciales de Taiwán en enero y de EE. UU. en noviembre.
- La posible escalada de la guerra entre Ucrania y Rusia, que no muestra señales de que vaya a terminar pronto.
- Finalmente, los cada vez mayores desafíos para la seguridad nacional que plantea el cambio climático, una tendencia cada vez más acelerada que ejerce una gran presión sobre las «zonas de riesgo» a lo largo del ecuador y los trópicos, donde se concentran actualmente gran parte de los problemas geopolíticos mundiales de más difícil solución.
Además, cabe esperar otros riesgos geopolíticos de cara a 2024:
- Una mayor probabilidad de que se produzcan atentados terroristas a escala mundial si se recrudece la guerra en Oriente Próximo.
- El riesgo de un gran ciberataque contra infraestructuras críticas estadounidenses en un momento en que surgen nuevos conflictos y aumentan las tensiones entre las grandes potencias.
- Un mayor peligro de agitación política interna en EE. UU. ante unas elecciones presidenciales reñidas.
- El aumento de la guerra de información y de las campañas de desinformación debido al auge de vídeos «deep fake» y otras tecnologías basadas en IA en 2024.
Consecuencias para los inversores
En este contexto de cambios geopolíticos y de políticas, es preciso tener en cuenta varias consideraciones clave para la inversión.
En primer lugar, las estrategias de gestión activa pueden beneficiarse de una mayor diferenciación macro y de mercado derivada de estos cambios políticos disruptivos.
Si se combinan de forma adecuada los análisis «bottom-up» con estas tendencias geopolíticas y de políticas «top-down», podrían detectarse numerosas oportunidades de alfa a nivel regional, nacional, sectorial, empresarial y por clases de activos.
En segundo lugar, hay varias temáticas de inversión relacionadas con la «lucha de poder entre grandes potencias» que probablemente generen oportunidades de alfa adicionales en 2024, entre las que se incluyen la defensa tradicional, las innovaciones militares, la resiliencia climática y la descarbonización.
Estas y otras temáticas de inversión podrían obtener el respaldo de los fondos públicos en los próximos años. Por tanto, conviene plantearse, en términos generales, si debería adquirir mayor relevancia en el conjunto de herramientas de inversión el aumento de la exposición a los enfoques temáticos pertinentes a medida que estos cambios estructurales de calado se intensifiquen en 2024.
Por último, es probable que la alteración en la cadena de suministro y las políticas disruptivas contribuyan en los próximos años a una inflación estructuralmente más alta y a un crecimiento global más bajo que en épocas anteriores de crecimiento y precios moderados.
Todas estas consideraciones macro también merecen la máxima atención en la estrategia de inversión, ya que los riesgos geopolíticos y de las políticas, así como la aceleración del proceso de desglobalización, se están convirtiendo en factores cada vez más importantes en el contexto de la inversión global.