Un conjunto de oportunidades dinámico. La escala del cambio y el tiempo necesarios en la transición de los combustibles fósiles a las fuentes de energías renovables obliga a estar preparados para un conjunto de oportunidades en constante cambio. Las empresas que probablemente encajen en una cartera con conciencia climática estarán repartidas en diferentes sectores (entre otros, industria, tecnología, servicios públicos y bienes de consumo básico), y con el tiempo esa lista cambiará, lo que exige contar con un conjunto de oportunidades multisectorial que también pueda adaptarse.
Un punto de vista científico. En nuestra opinión, recurrir a la ciencia es crucial para determinar la materialidad de las inversiones. También es importante sentirse cómodo con un mayor nivel de incertidumbre de los modelos a la hora de vincular los escenarios científicos y económicos.
Oportunidades de diversificación. Las inversiones climáticas pueden abarcar diferentes clases de activos, incluidos la renta variable, la renta fija, los valores inmobiliarios, los activos tangibles y los activos de mercados privados. Consideramos útil, además, invertir en diferentes tipos de estrategias climáticas, pues pueden hacer hincapié en la descarbonización, en las soluciones climáticas, en los riesgos físicos o en los de transición o bien en la mitigación del cambio climático frente a la adaptación o la resiliencia.
Inversión activa vs. inversión pasiva. Las estrategias activas pueden ofrecer ventajas como el diálogo activo con las empresas y los emisores, la capacidad de adaptarse a un conjunto de oportunidades dinámico y un perfil de estilos relativamente más diverso. Las estrategias pasivas —como las que replican índices de referencia adheridos al Acuerdo de París— pueden ser más excluyentes y suelen estar más orientadas al factor growth en detrimento del value.
La valoración del gestor. El proceso de valoración debe ser coherente con las prioridades y los objetivos explícitos del gestor. Los gestores activos —como los propios inversores— se plantean una serie de objetivos, siendo poco probable que se centren exclusivamente en el riesgo y la oportunidad. La estrategia podría depender, por ejemplo, de hasta qué punto creen que mejora la rentabilidad o el alfa un objetivo determinado de reducción de carbono. Pensamos que el proceso de valoración del gestor debería fundamentarse tanto en indicadores históricos como prospectivos, aunque estos últimos probablemente sean los más importantes, si bien están sometidos a una mayor incertidumbre en cuanto a su modelo o a su eventual materialización.
Las estrategias de inversión climática pueden ser muy dispares, por lo que es esencial que los inversores sepan en qué medida se ajusta cada una a sus propios objetivos. Si desea más información sobre este análisis, puede consultar la versión íntegra de nuestro artículo (disponible únicamente en inglés), en el que valoramos los pros y los contras de las distintas estrategias, analizamos más a fondo el dilema estrategia activa/estrategia pasiva y proponemos una lista de pasos para la elaboración de un plan detallado que sirva de orientación para tomar decisiones de inversión cruciales.