¿Las autoridades monetarias reaccionarán con suficiente agilidad?
Existe el riesgo de que los bancos centrales no actúen lo bastante pronto como para evitar una recesión grave dada la aceleración del ciclo, el cual está marcado por un desempleo en mínimos de 40 años en todo el mundo y una inflación persistente en niveles altos en la mayoría de los países. Sin embargo, considero más probable lo contrario, pues, mientras escribo este artículo, el abanico de posibles escenarios es extraordinariamente amplio —con grandes variaciones debido a los valores altos en los extremos—, lo que dificulta la asignación de probabilidades a los responsables de la política monetaria. Si atendemos a la historia, es preciso señalar que, en situaciones similares, las autoridades monetarias han tendido a adoptar políticas en función de los resultados que más querían evitar. Frente al dilema entre inestabilidad financiera —con el consiguiente riesgo de deflación— e inflación, es probable que los bancos centrales se inclinen por impedir la primera, incluso a costa de una inflación muy elevada.
Tras las últimas subidas de tipos de la Fed y el BCE, así como del Banco de Inglaterra, el Banco Nacional Suizo y el Norges Bank, se observan las primeras señales de un cambio de actitud por parte de los supervisores bancarios. El balance de situación de la Fed vuelve a ampliarse, el BCE vincula explícitamente el futuro de los tipos a la evolución de las condiciones del sector financiero y el Banco de Japón ya no se ve presionado para abandonar su programa de control de la curva de rendimientos.
Si persisten las tensiones en el sistema financiero, es muy posible que los bancos centrales recorten los tipos en el segundo semestre de 2023 aunque la inflación siga por encima del objetivo y el empleo en niveles altos. Incluso es poco probable que la vuelta a la plena estabilidad del sistema financiero suponga una reanudación automática de las subidas de tipos, pues estas se enfrentan a más obstáculos que antes de la crisis. Paradójicamente, a mi parecer la actual crisis ha devuelto a los gobernadores de los bancos centrales la fe en la capacidad de la política monetaria para alcanzar sus objetivos, aunque sea con retraso, por lo que tal vez estén más dispuestos a esperar para ver el completo alcance de sus medidas. En todo caso, al margen de que se resuelvan por completo los problemas actuales del sector bancario, probablemente la crisis haya acentuado la preocupación de las autoridades monetarias por que el sistema financiero sea ahora vulnerable a una súbita revisión al alza de los tipos y que el endurecimiento de la política tenga un mayor coste asociado.