El optimismo sobre el potencial de la IA ha estimulado las ganancias de un grupo relativamente limitado de valores de gran capitalización, en particular en Estados Unidos. En cuanto a la confianza, es probable que el reciente repunte, motivado por un posicionamiento institucional más alcista, haya sido excesivo. Es cierto que la IA tiene potencial para impulsar la economía y los mercados, pero lo más probable es que el proceso se prolongue durante varios años y sea complejo, dando cabida a mejoras de la productividad pero también a diversas formas de disrupción. Es más, resulta difícil, si no imposible, establecer con acierto la previsión de beneficios y el múltiplo de valoración frente a las importantes revoluciones tecnológicas. Si bien no vamos a precipitarnos al alza en el sector tecnológico, a corto plazo buscaremos un equilibrio en la exposición al segmento Value frente al Growth.
La tendencia de los beneficios ha sido dispar en todas las regiones, pero, a escala mundial, se ha situado en terreno positivo. En nuestra opinión, hay motivos para cierto optimismo, aunque nuestra hipótesis de base es que el empeoramiento macroeconómico lastrará las expectativas de beneficios.
Los resultados de China este año han sido bastante decepcionantes. La recuperación se ha mostrado desigual, con el sector de bienes aún debilitado y los servicios también estancados pocos meses después de la reapertura tras la crisis pandémica. Los problemas estructurales, como los que afectan al mercado de la vivienda y la financiación de las administraciones locales, están frenando la reactivación económica. Los responsables políticos han confirmado que se necesitan medidas de estímulo «más contundentes», pero no está claro si el momento y la magnitud de sus esfuerzos serán suficientes. Dicho esto, creemos que las valoraciones y el posicionamiento a la baja denotan un pesimismo mayor del justificado, y, si bien hemos rebajado nuestro propio optimismo, nos sentimos cómodos con una posición moderadamente sobreponderada.
En Japón, el impulso positivo ha reforzado nuestra postura de sobreponderación. Las empresas japonesas han sido capaces de conservar su poder de fijación de precios en un entorno de inflación creciente. Por su parte, el Banco de Japón (BOJ) ha adoptado un enfoque gradual en su revisión del control de la curva de rendimientos, con lo que la política general se mantiene muy centrada en la reflación. Los factores estructurales siguen siendo favorables, como la mejora de la gobernanza coporativa y el aumento de la inversión empresarial para aumentar la productividad. Por otro lado, el mercado se ha revalorizado de forma significativa, hasta el punto de que algunas métricas de valoración (por ejemplo, la relación precio/valor contable) han alcanzado niveles medios, cuando a principios de año se situaban en niveles muy baratos.
Mantenemos nuestra infraponderación en el mercado estadounidense, donde apreciamos un riesgo bajista en las elevadas valoraciones y expectativas de beneficios. Europa se enfrenta a sus propios problemas, entre los que destacan la debilidad de los principales indicadores de actividad, el tono duro del Banco Central Europeo (BCE) y una recuperación de China menor de la esperada.
En lo que respecta a los sectores, nos inclinamos más por el industrial que por el de servicios financieros. A pesar de la hábil gestión de las quiebras en la banca regional de EE. UU. por parte de las autoridades, el endurecimiento de la normativa y de los requisitos de capital repercutirá en la rentabilidad y las valoraciones de los bancos estadounidenses. A lo largo del trimestre hemos equilibrado nuestro posicionamiento relativo entre Value y Growth, pero consideramos que, a largo plazo, el segmento Value obtendrá mejores resultados en un entorno en el que la inflación y los tipos de interés serán probablemente más elevados que en el último ciclo.
Materias primas en un contexto de volatilidad
Conservamos nuestra posición moderadamente sobreponderada en cobre y oro. Nuestra apuesta por el cobre contrasta una dinámica muy favorable de la oferta a largo plazo con las previsiones de una menor demanda a raíz de la reapertura de China. En cuanto al oro, pese a que recientemente ha registrado una caída debido a la disminución de los riesgos bancarios y del techo de la deuda, opinamos que debería beneficiarse a medio plazo del aumento de los riesgos de estanflación, así como del posible deterioro de la situación geopolítica o de la desdolarización. Por otra parte, nuestros indicadores de posicionamiento con respecto al oro no muestran tensiones, y los bancos centrales asiáticos, que suelen comprar en momentos de caídas, han aumentado las adquisiciones de este metal precioso.
Mantenemos una postura neutral frente al petróleo, ya que a las previsiones de pérdida de demanda en caso de recesión hay que contraponer el control de la oferta por parte de la OPEP. Asimismo, estamos pendientes del impacto del petróleo ruso debido a algunas entradas no previstas de suministro en los mercados mundiales y a la rápida evolución de los acontecimientos relacionados con la guerra.
Renta fija: rendimiento, diversificación y posibilidad de plusvalías
Los bancos centrales siguen con su eficaz contribución a la desaceleración económica, por lo que mantenemos nuestra visión ligeramente alcista sobre la renta fija defensiva. En el segundo trimestre, el mercado modificó al alza su previsión sobre los tipos de interés al reiterar tanto la Reserva Federal como otros bancos centrales su compromiso de combatir una inflación elevada y persistente, a pesar de la evidencia de su caída. Una «pausa», que solía significar que el siguiente paso sería un recorte de los tipos, es ahora más un «salto», en el que los bancos centrales esperan a ver el impacto acumulativo de una política monetaria más restrictiva antes de reanudar las subidas. El Banco de Canadá y el Banco de la Reserva de Australia ya han puesto en práctica esta estrategia.
La revalorización del mercado aumenta el atractivo de la deuda pública estadounidense frente a la europea y la japonesa. El endurecimiento de la política monetaria de la Reserva Federal debería redundar en beneficio de los vencimientos a más largo plazo en EE. UU., que, a su vez, continúan experimentando una fuerte demanda por parte de las compañías de seguros y los fondos de pensiones. El proceso de endurecimiento de la política monetaria en Europa es aún incipiente y la inflación es más elevada que en Estados Unidos. En Japón, como ya hemos indicado, creemos que cualquier ajuste en la política monetaria será gradual.
Por otra parte, nos encontramos en la fase final del ciclo crediticio, caracterizada por una curva de rendimientos invertida, unas condiciones crediticias más restrictivas y un deterioro de los fundamentales. Históricamente, estos factores han sido claros indicadores de un exceso de rentabilidad negativa en relación con la deuda pública en los 6 a 12 meses siguientes. En lo que va de año, las quiebras en EE. UU. han superado el nivel de cualquier periodo comparable desde 2010 (Gráfico 2). En nuestra opinión, los diferenciales de alto rendimiento deberían ser, como mínimo, 140 puntos básicos (pb) mayores que el actual diferencial de +430 pb, dados los riesgos descritos anteriormente. En este entorno, prevemos que el crédito con grado de inversión se comporte mejor que el de alto rendimiento, a pesar de que los diferenciales de alto rendimiento se estrecharon durante el segundo trimestre, mientras que los diferenciales con grado de inversión se mantuvieron prácticamente sin cambios. En vista de ello y del sólido nivel de partida de los fundamentales del grado de inversión, hemos elevado nuestro posicionamiento frente al crédito global con grado de inversión a neutral. Nos inclinamos más por la deuda de mercados emergentes en divisas fuertes que por los bonos corporativos de alto rendimiento, ya que los primeros entrañan más riesgo.