Conservamos nuestra posición moderadamente infraponderada en renta variable europea. Este mercado se beneficia tanto de una confianza negativa como de unas valoraciones atractivas, aunque creemos que la desaceleración macroeconómica y de los beneficios empresariales de la región tardará en manifestarse.
En China, las valoraciones y la confianza están en mínimos, lo que debería impedir una mayor depreciación. En este caso, nuestro equipo mantiene opiniones muy dispares; sin embargo, en conjunto, consideramos que los factores estructurales, como el desapalancamiento interno y la incertidumbre geopolítica, disminuyen las posibilidades de que la rentabilidad del mercado supere al índice de referencia en un plazo de 12 meses.
A nivel sectorial, nos decantamos por los valores de consumo discrecional, ya que pueden beneficiarse de la desinflación y de una mayor renta disponible, así como por los infravalorados servicios públicos. Creemos que el sector energético presenta unos fundamentales sólidos, como unos beneficios empresariales y un flujo de caja libre elevados. Mantenemos un posicionamiento infraponderado en telecomunicaciones, consumo básico y sanidad. El sector de consumo básico ofrece unos indicadores fundamentales más débiles, con un flujo de caja libre escaso y una confianza negativa. También las telecomunicaciones presentan unos fundamentales poco sólidos, dada la poca inversión destinada a cubrir la depreciación. Este sector tiene grandes necesidades de capital, lo que puede aumentar el coste del mismo. La sanidad se enfrenta al aumento de los costes y a un menor uso de los hospitales, así como a la persistente falta de confianza en la biotecnología.
Deuda pública: ¿estamos ante una subida de tipos exagerada?
En su reunión de diciembre, el Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC) ratificó y aceleró el repunte de los tipos de interés desde que, a mediados de octubre, el rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense a 10 años alcanzara el 5%. Parece que los mercados se aferran a una serie de argumentos favorables. Uno de ellos es que si la inflación sigue disminuyendo, los tipos reales aumentarían matemáticamente, volviéndose más restrictivos. Por lo tanto, la Reserva Federal se vería obligada a recortar los tipos aunque no hubiera desaceleración económica. Otro argumento es que la disminución de la inflación no se ha debido a una reducción perniciosa de la demanda, sino a factores relacionados con la oferta, como el aumento de la participación laboral y la inmigración, así como a la constante corrección de las distorsiones en la cadena de suministro.
Mantenemos un posicionamiento neutral en duración, ya que consideramos que la ralentización del crecimiento global y el descenso de la inflación conllevarán una bajada de tipos, pero creemos que los mercados de tipos se han revalorizado demasiado rápido y en exceso. (En el momento de redactar este informe, los futuros de los fondos de la Fed dan a entender que el primer recorte de tipos se producirá en marzo y que asistiremos a una reducción de 150 puntos básicos de aquí a diciembre). Los tipos podrían bajar si se produjera una recesión grave, o bien podrían subir si la inflación volviera a acelerarse o la prima por plazo aumentara, como ocurrió en el tercer trimestre.
En un contexto global, mantenemos nuestra preferencia por los tipos estadounidenses y europeos frente a los japoneses. Europa corre el riesgo de entrar en recesión, por lo que es probable que el Banco Central Europeo se una o incluso se adelante a la Fed en el recorte de tipos. El caso de Japón es único. A pesar de la relajación de la política monetaria y fiscal, la inflación continúa por encima del objetivo, lo que ejerce presión sobre el Banco Central para que endurezca su política monetaria ultralaxa.
Crédito: atentos a los riesgos, aunque abiertos a las oportunidades
La economía se ha mantenido fuerte y los diferenciales se han estrechado. La inflación ha disminuido rápidamente, lo que da a los bancos centrales margen para recortar los tipos este año. Ante este escenario, mantenemos un posicionamiento ligeramente infraponderado en diferenciales, pero pensamos que podrían surgir oportunidades para añadir riesgo en caso de que se debiliten. Aunque creemos que los riesgos siguen un tanto distorsionados a la baja, sobre todo por los ajustados niveles de los diferenciales, prevemos un contexto en el que los diferenciales se mantengan dentro de un rango durante algún tiempo y los ingresos determinen la rentabilidad.
En 2023, los impagos en los mercados de alto rendimiento comenzaron a repuntar, si bien se concentraron principalmente en unos pocos sectores, como la tecnología, la sanidad y la automoción. Consideramos que existen ciertos riesgos en torno a la necesidad de refinanciación a unos tipos de interés más elevados. Los emisores de títulos de alto rendimiento han logrado aplazar el impacto de la subida de los tipos de interés retrasando la refinanciación. Sin embargo, son muchos los emisores con vencimientos en 2025, lo que significa que tendrán que refinanciarse en los próximos 12 meses (gráfico 3). Pese a la previsión de una reducción de los tipos de interés de 150 puntos básicos, la refinanciación se realizará a unos tipos mucho más elevados que los de la deuda vigente y podría dar lugar a impagos más importantes.
Por otra parte, el retraso en la refinanciación ha debilitado los balances de las empresas, que han recurrido a su liquidez en lugar de emitir más deuda. Consideramos que este riesgo no ha sido suficientemente descontado. Los diferenciales de alto rendimiento son estrechos y se sitúan en torno al percentil 30 en Estados Unidos.
Dicho esto, no vemos ningún catalizador que pueda ampliar los diferenciales de forma inmediata, por lo que mantenemos una posición ligeramente negativa en esta clase de activos a corto plazo. Podrían surgir oportunidades para aprovechar la debilidad gracias a la mejora de la situación inicial de los rendimientos, que constituye un factor determinante de la rentabilidad a largo plazo. En este entorno, nos inclinamos por el crédito de mayor calidad, por lo que seguimos apostando por el crédito con grado de inversión frente al de alto rendimiento.