3. Sacar partido de las oportunidades para sortear la volatilidad y el riesgo de eventos – Atisbamos en el horizonte un alto grado de volatilidad y un persistente riesgo de eventos, como la posibilidad de nuevas dificultades para determinados segmentos del sistema bancario y otros sectores que dependen del crédito, la continuidad de la guerra en Ucrania y la multiplicación de los episodios de inestabilidad social y política a medida que la población se enfrente a un coste de la vida cada vez mayor en todo el mundo. Los cambios de rumbo en la política de los bancos centrales pueden brindar oportunidades, pero también riesgos, entre los que destaca el inminente abandono, por parte del Banco de Japón, de su prolongado programa de control de la curva de rendimientos. Concebido como un mecanismo de estímulos para apuntalar la inflación en el país, a las instituciones japonesas les ha supuesto invertir miles de millones en compras de bonos europeos para generar rentabilidades positivas, con lo que un giro de esta política podría representar un contratiempo para la renta fija europea.
En la última década, la deuda europea se ha beneficiado de las compras masivas del Banco Central Europeo en el marco de sus programas de compra de activos y de compras de emergencia frente a la pandemia, que han ascendido a 5 billones de euros desde 2014. Sin embargo, con el endurecimiento de la política monetaria del BCE y la reducción gradual del balance, los tipos podrían resentirse en Europa, ya que han desaparecido los inversores que compran con límites de precio en un momento en que la política fiscal expansiva supone un récord de nuevas emisiones. Todos estos eventos son factores desencadenantes de una mayor volatilidad que puede mitigarse mediante la diversificación en diferentes regiones.
4. Aprovechar los menores costes de cobertura – El crecimiento mayor de lo previsto en Europa y la elevada inflación mantendrán la presión sobre el BCE para que prolongue su ciclo de subidas de tipos. En cuanto el ciclo restrictivo del banco europeo se equipare al de su homólogo estadounidense, la reducción de los diferenciales de tipos a corto plazo entre EE. UU. y Europa debería contribuir a reducir los costes de cobertura para los inversores europeos que operan en los mercados globales de renta fija. Los indicadores fundamentales siguen siendo muy sólidos en Europa gracias a la recuperación de los márgenes de beneficios de las empresas, la normalización de los costes laborales unitarios en la Europa periférica frente a la core y la mejora de los ingresos reales de los consumidores. Bajo nuestro punto de vista, estos factores favorecen la continuidad de un mayor rendimiento del euro y de la mayoría del resto de las divisas europeas frente al billete verde y, en consecuencia, la reducción de los costes de cobertura.