Creemos que los inversores en renta fija se enfrentan a una era económica totalmente distinta, en la que existen nuevos riesgos, pero también oportunidades interesantes. Los bonos han retomado su papel histórico en las carteras: proporcionar ingresos, proteger contra las caídas y brindar la posibilidad de revalorización del capital. Ahora bien, creemos que perseguir el crecimiento en este entorno exige una mentalidad diferente que cuestione algunos de los supuestos que exponemos a continuación.
Aunque los bancos centrales recorten los tipos, es probable que se mantengan altos durante más tiempo. ¿Es este contexto perjudicial para los bonos?
El hecho de que los tipos permanezcan altos durante más tiempo no es necesariamente negativo para los inversores en renta fija. Los bonos ofrecen rendimientos más elevados y atractivos, lo que puede ser útil en un entorno en el que los inversores se enfrentan a tantas incertidumbres relacionadas con la geopolítica, la inflación y un importante ciclo de elecciones global.
Consideramos que los rendimientos superiores refuerzan el papel beneficioso de los bonos en una cartera diversificada, ya que proporcionan ingresos continuos y protección frente a las caídas. Nuestros análisis muestran que las rentas pueden suponer más de la mitad de la rentabilidad en un horizonte de inversión de cinco años, incluso en una cartera estándar compuesta por un 60% de renta variable y un 40% de renta fija. La proporción aumenta si los inversores eligen clases de activos con un perfil de ingresos más elevados, como el crédito o la renta variable con dividendos elevados, llegando a alcanzar el 80% en algunos casos. Aunque un ciclo de recortes de poca magnitud podría resultar desafiante para los emisores más débiles, también ofrece mayores oportunidades para añadir valor a través de una cuidadosa selección de valores.
La deuda de alto rendimiento puede brindar oportunidades atractivas como inversión a corto plazo, pero ¿tiene sentido como asignación estratégica a largo plazo?
En nuestra opinión, hay argumentos sólidos a favor de incluir bonos de alto rendimiento en una asignación estratégica de activos.
En primer lugar, las características históricas de riesgo y rentabilidad indican que la deuda de alto rendimiento tiene el potencial de ofrecer rendimientos comparables a los de la renta variable, pero con una menor correlación con la beta del mercado de renta variable y una mejor protección frente a las caídas. En segundo lugar, debido a que el flujo de rentabilidad se basa en ingresos, la deuda de alto rendimiento también puede ofrecer un rango más limitado de resultados en comparación con la renta variable, lo que se traduce en un perfil de riesgo y rentabilidad más atractivo. Por último, los bonos de alto rendimiento presentan una correlación relativamente baja con otros activos de renta fija, además de una composición sectorial y factores de riesgo diferentes en relación con el conjunto de renta variable del mercado, lo que contribuye a mejorar la diversificación en una cartera multiactivo.
Los rendimientos totales —una medida integral de la rentabilidad de un bono— mantienen un gran atractivo, creando un punto de entrada convincente para los clientes que buscan un mayor potencial de rentabilidad total. Además, la deuda de alto rendimiento suele tener una duración menor que otras categorías de renta fija, por lo que es menos sensible a la volatilidad de los tipos. Nuestra estimación de impagos está muy por debajo de los niveles máximos alcanzados durante la recesión anterior, y es posible que las tasas de impago hayan tocado techo. El gráfico 1, además de mostrar el rendimiento mínimo disponible (yield to worst) para el universo a lo largo del tiempo, revela que, según el índice ICE BofA Euro High Yield, los rendimientos están cerca de sus máximos históricos. Aunque los diferenciales también se han estrechado considerablemente, siguen respaldados por una dinámica positiva de oferta y demanda.