Por qué la diversificación puede ser más beneficiosa pero más difícil de conseguir
En un entorno marcado por ciclos económicos más breves y dispares y la consiguiente volatilidad del mercado, esperamos que aumente la dispersión dentro de cada clase de activo y aumente la diferenciación entre países y empresas. Ante este panorama, los inversores necesitan flexibilidad y diversificación en las carteras, para así adaptarse a la coyuntura de mercado en cada momento y aprovechar las correcciones en cuanto tengan lugar.
En 2022 y buena parte de 2023, el mercado se vió fuertemente influenciado por el persistente aumento de la inflación obligando a los principales bancos centrales del mundo a subir los tipos de interés. En un entorno macroeconómico como este, la rentabilidad negativa que experimentaron muchos títulos de deuda, junto con una mayor correlación con la renta variable, pusieron en evidencia la falta de una diversificación adecuada en muchas carteras de renta fija.
A pesar de la débil rentabilidad en este contexto de tipos e inflación más altos, los bonos se han consolidado como una sólida fuente de diversificación a largo plazo. Creemos que una cartera diversificada de títulos de renta fija puede proporcionar una buena cobertura a los activos de riesgo en 2024, incluso si la relación entre la renta variable y la renta fija se mantiene inestable y las correlaciones son persistentemente más altas. Asimismo, nuestro análisis revela que, si los precios continúan su desaceleración, o al menos se estabilizan, podemos esperar una mayor divergencia en la rentabilidad de ambas clases de activo. En efecto, tras estudiar la evolución de la inflación, la renta variable y la renta fija en el período de 50 años comprendido entre 1973 y 2023, comprobamos que la correlación negativa entre las dos clases de activos es más estrecha con niveles de inflación inferiores al 3%, como ilustra el gráfico 1.